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Turismo Slow: una nueva forma de viajar.

Hay una forma de viajar que está ganando cada vez más adeptos. Es es turismo slow, un formato turístico que se enmarca dentro del llamado movimiento slow. Esta filosofía de vida propugna frenar, reducir la velocidad y tomarse las cosas con calma para disfrutarlas con mayor deleite y profundidad.

¿Por qué surge el turismo lento?

turismo slow

Un comentario muy frecuente al volver de un viaje es «necesito unas vacaciones de las vacaciones». El turismo masificado y acelerado ya casi parece un estándar. Suelen constar circuitos de visitas a toda velocidad con las que el turista pretende conocer una ciudad en unas horas o un par de días. El turista pasa de una cola interminable a otra, se pelea entre aglomeraciones, experimenta vivencias prefabricadas y artificiales y vive en continuo estrés.

El turismo acelerado intenta comprimir todas las experiencias y visitas posibles en el menor tiempo. Los lugares se convierten en una «cadena de montaje» donde los visitantes pasan a toda velocidad por fases o experiencias supuestamente imprescindibles. En definitiva, el turista no hace, realmente, nada de lo que, de verdad, deberían ser unas vacaciones (desconectar, descansar...) ni un viaje (aprender, maravillarse, inspirarse...).

Ante este formato de turismo de consumo acelerado, surge la necesidad de otro más pausado, consciente y observador. El turismo slow nos permite olvidar el reloj y encontrar de nuevo el placer de viajar y descubrir otras realidades.

Características y principios del turismo sosegado

turismo relajado

El turismo adscrito al movimiento slow propugna la calma, paciencia y tranquilidad. El objetivo del viaje no es visitar un lugar como quien tacha una lista de asuntos pendientes. Ni siquiera es ir a un lugar y ver sus lugares más emblemáticos. En realidad, lo que se pretende con el turismo lento o sosegado es descubrir y conocer el lugar con mayor profundidad.

Se trata de aprender a verlo con el prisma de sus habitantes, integrándose en su idiosincrasia y formando parte de su ritmo y actividad. Incluso, como observadores, podemos sumergirnos en el destino y ser parte de él. No buscamos experiencias, sino que nos las encontramos. Estas nos surgen con el día a día y el contacto con los habitantes, ya que podemos permitirnos observar con calma y estar disponibles para participar.

¿Cómo debería ser un viaje para considerarse slow? Hay unas pautas o claves.

Los principios del turismo sosegado

 Más improvisación. El turista slow prefiere llegar al destino sin un plan preconcebido o con unas pocas ideas modificables y flexibles, que pueda realizar sin prisa ni agobio; si es que, al final, lo desea.

 Destinos modestos. El turista slow prefiere lugares más modestos y apartados, de menor tamaño o menos visitados, donde pueda relacionarse con los habitantes y conocer el entorno sin presiones ni sensación de premura.

 Más tiempo. Obviamente, no se puede conocer un destino en un día. El turismo lento requiere una estancia sosegada de, al menos, una semana.

 Respeto. El turista slow respeta el lugar, el medio ambiente, la cultura y a la gente. No estamos en un parque temático, sino en un lugar real con necesidades, alegrías y preocupaciones reales.

 Comunicación. Solo conversando con los habitantes se puede conocer su punto de vista y forma de ver la realidad que viven.

El turismo tranquilo es mejor turismo

turismo relajado

En definitiva, con el turismo slow nos convertimos en parte de la vida local. Conocemos a la gente, conversamos, compartimos opiniones y descubrimos nuevas formas de pensar. Con este turismo podemos formar parte del paisaje, sea urbano o silvestre. De este modo, aprendemos y profundizamos en las costumbres, el lenguaje, la forma de vida y cómo se disfruta de la gastronomía o del tiempo libre. En definitiva, el turismo lento es turismo de calidad.

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